domingo, 26 de octubre de 2008

La copa

Si yo hubiera sabido lo que pasaría, me hubiera negado a la propuesta de Josh. Pero no, jugamos al maldito juego, y las consecuencias fueron lamentables. Nunca en mi vida voy a poder olvidar aquellos hechos.
Era una tarde fría y oscura del mes de julio, y mis papás anunciaron que saldrían esa noche para celebrar su 18 aniversario. La idea de quedarme solo en casa por primera vez a mis trece años me entusiasmaba mucho y al mismo tiempo me llenaba de temor.
A las nueve de la noche me encontraba leyendo en mi cama historietas, cuando escuché la puerta de calle cerrarse y el motor del auto en marcha. Cuando estuve seguro de que mis padres se habían marchado, corrí escaleras abajo y marqué el número de mi mejor amigo Josh. Él vivía a cinco cuadras de mi casa, por lo que sólo tardó unos pocos minutos en llegar (maldita, maldita la hora en que lo llamé).
Comenzamos la velada pidiendo una pizza, y luego de jugar los mismos aburridos juegos de siempre, Josh me propuso algo distinto, extraño, fuera de lo común.
Él ya había jugado a ese juego con su primo, Robert, y nada malo había pasado, pero igualmente yo me sentía inquieto, asustado. Comenzamos, yo recorté las letras y él buscó la copa (la maldita copa).
El juego empezó. Primero reíamos, parecía un juego más, otro juego de niños…pero la copa comenzó a moverse descontroladamente y comprendí que la cosa iba en serio.
Su nombre era Ronald James, y la copa reveló que había sido un albañil que participó en la construcción de mi actual casa, y que había muerto al ser aplastado por una viga.
Josh, como conocía el juego, quiso burlarse de mi ingenuidad y se rió del espíritu. El peor error que podría haber cometido. James, furioso e iracundo, decidió actuar. De repente, las ventanas se abrieron y se desató una gran tormenta…
Olvidé mencionar que Josh pesaba 130 Kg., por lo que no llegó a esconderse. Ronald James y otros espíritus malignos tumbaron e inmovilizaron a Josh en el suelo y comenzaron a mordisquear sus abundantes pliegues de grasa.
No pudiendo soportar más la situación, corrí bajo la mesa y cerré los ojos, deseando que todo fuera una pesadilla (pero no era así). A pesar de mis ojos cerrados, pude distinguir luces de colores que se colaban por mis párpados cerrados. Y todavía escuchaba los gemidos de Josh.
Esperé a que esa situación acabara para abrir mis ojos y salir de mi escondite: Josh ya no estaba.
Reacomodé las cosas en la sala y me dirigí a mi habitación. Me cubrí con las mantas, intentando no pensar en lo sucedido. Cuando desperté a la mañana siguiente, decidí que nunca contaría nada sobre lo sucedido, pero siempre sentí la presencia de Josh rondando dentro de mí.

Seudónimo:Las dulces niñas focas mágicas
Nivel: 'B'
Categoría: Tema Libre

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