domingo, 19 de octubre de 2008

Una sombra en la pared

El soñaba, pero no como soñamos nosotros. No soñaba en grande, los sueños no tienen tamaño; no soñaba cosas imposibles, en el fondo nada es imposible. El soñaba con tener una sombra por que el no tenía sombra, era una figura vagabunda en las viejas y nubladas calles de la gris y monótona Londres, paso tras paso sin esa custodia oscura que es afín al sol, y teme a la oscuridad de las nubes, que ironía.
Desde que tenía memoria nunca había tenido una sombra, yo nunca llegué a saber si la perdió o es que nunca la tuvo, pero desde tiempos memorables para el recorría los días soleados, esos pocos días soleados, con la pobre compañía de un cualquiera, de alguien ajeno a si mismo, la compañía de un amigo, de una pareja, de un animal, pero nunca la compañía de si mismo, siempre estaba en deuda consigo mismo.
Nunca se lo contó a nadie, no quería hacerlo mas no por el temor a los pensamientos de los terceros, era por temor a que más de uno pudiera reconocer su verdad. El estaba seguro que estaba mal de la vista y era el único que no la veía, pensaba que el mundo veía su sombra, y que por eso pasaba como una persona más. Con esa triste y frágil esperanza pasaba todos sus días, y pese a que su terrible situación no afectaba en demasía su quehacer cotidiano ni sus estudios, simplemente era una preocupación más.
Con el paso del tiempo esto fue cambiando delicadamente y, luego de muchas visitas sin sentido al oftalmólogo, empezó a pensar que el problema estaba en su cabeza y que algo en el no funcionaba bien, y así era, no funcionaba su voluntad de aceptar la realidad tal como era y sigue siendo hoy día. Su cabeza, en momentos de descanso y reflexión, no podía pensar en otra cosa que no fueran los por que de la falta de sombra, los posibles motivos, las posibles consecuencias, los temores de la locura, todo le jugaba en contra a la hora de pensar con racionalidad.
El realmente quería una solución, puesto que en el fondo de su ser, le faltaba algo y el sabía más que bien que era. Pero no encontraba soluciones, por que nunca había oído de algún problema semejante al suyo en ningún lado. Sin embargo, una noche tuvo un sueño. Soñó verse a si mismo, en una habitación de paredes color rosa pálido, sin muebles, sin puertas, sin nada, pintando de manera delicada, casi quirúrgica y con un pincel, su sombra en la pared. Ese ente plasmado en pintura era una obra de arte, las terminaciones, las curvas, la presencia que obtenía, eran el reflejo de una mano diestra y una mente inspirada en la locura. La perfección era tal que parecía que cobraría vida, sin embargo el artista nunca se movió sino que, una vez concluida su creación, se quedo quieto como una estatua y no volvió a realizar ningún movimiento.
Al despertar, y bajo el dominio de una intriga inmensa, decidió solicitar a un colega suyo que estudiaba artes plásticas, que le pintara un cuadro con esa imagen que el había soñado.
Luego de unas semanas, la obra estaba terminada. Era tal como el lo había soñado, puesto que había abundado en detalles a la hora de contar a su amigo la situación. Sin embargo nada extraño paso, y el esperaba que si, el tenía motivos internos para querer ver ese cuadro pintado, el lo necesitaba y ahora que lo tenía, nada pasaba.
Ya cansado de su situación e, inspirado en su amigo y su sueño, decidió esperar un día de sol para pintar su sombra en la propia pared de su cuarto. Estaba obstinado, nada le impediría inmortalizar su sombra. Esa abstracción, ese juego de luces, esa trampa visual que nos pone el sol, sería realidad para el, cobraría vida y lo acompañaría a todos lados, lo seguiría hasta el fin de sus días y, al pie de la tumba, diría adiós…
El día perfecto no se hizo esperar, solo hubo de aguardar un día hasta que el sol se asomara y le diera a entender que era el momento. Ya había movido los muebles de su habitación, por lo que era un cuadrado vacío, era un cubo de cuatro paredes blancas a su disposición. Apenas estuvo listo, empezó la labor. Todo fue muy lento y con gran detalle, desde sus pies asomándose al pie de sus zapatillas, hasta el detalle en la forma del pelo, todo era perfecto y cuando hubo de terminar, uno no distinguía quien era la sombra de quien. Estaba listo, estaba seguro, su arte cobraría vida y caminaría a su lado.
Se movió… y la mancha negra en la pared permaneció ahí, inmóvil, infranqueable e inmutable a los ojos de el.
Hoy día sigue buscando su sombra, pero cuando se siente vacío, no duda en pararse al pie de su obra y contemplar su sombra en la pared.

Seudónimo: Selling England by the pound…
NIVEL: C
CATEGORIA: TEMA LIBRE

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